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lunes, 1 de septiembre de 2008

El taxista que recorre la ciudad con su perro


Brownie es mi amigo no humano", dice el taxista Carlos Schuster mientras acaricia la cabeza del pequeño yorkshire terrier de pelo gris seda. El perrito tiene diez meses y, aunque suene extraño, desde hace seis acompaña a Schuster, de 48 años, en su recorrido diario a bordo del taxi.

Mientras Schuster cuenta su historia, Brownie escucha atento, sentado sobre su falda. No ladrará ni una vez durante toda la conversación. Sólo de vez en cuando abandona su cómoda posición para apoyar sus patitas delanteras sobre la ventana del conductor: es que, cuando olfatea que algún perro pasa, lo busca con la mirada."Lo llevo conmigo en el taxi por una cuestión de compañía. Soy diabético y mi nivel de azúcar siempre era muy alto. Este es un trabajo muy estresante: el caótico tráfico de la Ciudad, las discuciones con otros conductores y los pasajeros que suben con sus problemas. Pero desde hace seis meses que lo tengo a Brownie siempre conmigo en el auto y mi nivel de azúcar es normal. Estoy más relajado, soy más feliz haciendo mi trabajo. Y el pasajero también se relaja", cuenta Schuster.Parece que el perrito arranca sonrisas y pone de buen humor a los sorprendidos pasajeros.

Según cuenta el taxista, muchos extranjeros le sacan fotos dentro del auto. Pero, además, hubo parejas que subieron peleándose y, después de ver a Brownie, se bajaron de otro modo, o chicos que jugaban cada uno con su celular y que dejaron los teléfonos por un rato para jugar con el perrito y entre ellos. "Al final, humaniza más de lo uno se imagina", dice Schuster orgulloso. Y asegura que por ahora nadie se enojó por la presencia del animal en el coche.Sobre la posibilidad de que Brownie lo distraiga mientras maneja, Schuster explica: "Experiencia no me falta. Tengo más de 12 años manejando y son más de 12 horas por día. Pero igual llevo un almohadón, y si él salta del asiento del acompañante a mi falda, no me provoca ningún malestar. Puedo seguir manejando tranquilo y él viaja ahí, y a veces se asoma, porque a los perritos les gusta el viento."Igual, Brownie sabe comportarse. "Al principio -cuenta Schuster- él no iba atrás, pero los pasajeros lo malcriaron.

Ahora, cuando alguien sube, él primero se da a conocer. Se para en el asiento del acompañante y pone las patitas en el respaldo. La gente en general pregunta cómo se llama, y ahí sí, cuando lo llaman, él va. Pero si no, yo pongo el brazo para que no pase: 'No te llamaron', le digo."Brownie y Schuster son compañeros las 24 horas del día. Además del trabajo, comparten la casa ("Somos los dos solos", dice Schuster) y, a veces, cuando encuentran un bar con mesas en la vereda, Brownie también acompaña a Schuster a tomar un café.

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